Hay sensaciones y emociones por las que todos hemos pasado alguna vez, pero no somos capaces de explicar realmente. Simplemente sabemos que ocurren, que son consecuencia de ciertas experiencias, por ejemplo, pero tampoco encontramos una manera real ni de explicarlas ni de controlarlas, en muchos sentidos. El deseo sexual, por ejemplo, simplemente surge de manera natural en lo más hondo de nuestro cuerpo, y nos hace sentirnos atraídos hacia una persona concreta, sea o no de nuestro mismo sexo. El deseo sexual es esa chispa que prende toda la mecha de nuestra sexualidad, lo que nos hace fijarnos físicamente en una persona, más allá de cómo sea a nivel personal. En muchas ocasiones, el deseo sexual está incluso por encima de nuestra propia lógica, y nos sentimos atraídos por personas que, cuando somos más lógicos, no nos gusta tener cerca. Pero es la biología la que está tirando de nosotros, para mostrarnos el camino hacia la intimidad.
Y es que, lo queramos o no, por más tiempo que pase y por más que evolucionemos, seguimos siendo animales y tenemos instintos básicos que queremos saciar. Nos lo pide nuestro cuerpo, más allá de la razón o la lógica. Es algo que nace de nuestras entrañas, y acaba convirtiéndose, para muchos, en algo imperativo. El deseo sexual es algo natural, y no tiene nada de peyorativo, al menos siempre que sepamos cotejarlo a nuestro sentido común. Dejarse llevar solo por el deseo puede conducirnos a situaciones que no son precisamente adecuadas, pero está claro que la ausencia de deseo sexual también es un problema bastante grave, especialmente dentro de una relación. Sin deseo, ¿puede funcionar una pareja? A veces el deseo se va apagando, y parece que el cariño es lo único que necesitamos para mantener vivo el amor, pero como verás a continuación, conseguir que el deseo se mantenga es uno de los pilares básicos para que nuestra relación funcione.